jueves, 18 de marzo de 2010

Vivir de Norberto James

or Efraim Castillo

EL PERIPLO QUE llevó a Norberto James a escribir los treinta y siete poemas que estructuran su opúsculo Vivir (fascículo de la colección poética Luna cabeza caliente) posiblemente se originó cuando el poeta macorisano quiso contar con dos grandes singladuras: la ida hacia un lugar vislumbrado por él como de ensueños (Europa) y la estadía en aquel continente con una carga de aprehensiones y evocaciones.

Norberto James Rawlings
Claro, en el quehacer poético el producto social, mercadeado bajo diversos nombres y apariencias —y dependiendo del tipo de recreación que se hilvane de acuerdo a las contradicciones del ejecutante— puede subvertirse pasando por alto el desarrollo histórico del momento, o reduciendo el rapsoda la objetividad de las categorías percibidas. De ahí, no hay duda, que Norberto James condicionó lo que Lukács determinó como “destacados rasgos esenciales de los objetos de la realidad objetiva, de sus relaciones y vinculaciones, sin cuyo conocimiento el hombre no puede orientarse en su mundo circundante”1, al desubicar la transferencia de la intención con la individualización de una percepción ontológica incapaz de señalizar al lector u oidor la comunicación buscada. Esto, desde luego, partiendo de la idea —tal vez equivocada— de que la poesía contenida en el opúsculo, salvo algunos poemas, busca interpretar, dentro de la especificidad de una categoría singular, la descripción de una transición geográfica, o la estadía en un lugar de aprendizaje, bajo la concepción de una maduración orgánica, en la cual sea posible aprehender el texto como un corpus literario total y sin ese empalago que responde a lo fáctico.

El sentido del tejido en James respecto al símbolo
Estoy de acuerdo con Barthes y Paz de que texto quiere decir tejido y lo que lo conforma y estructura debe obedecer a una determinada significancia; es decir, el texto —el tejido— “rota, se mueve, a través de los signos, rigiendo el ritmo en la poesía”2, o “develando la ocultez del sentido”3, pero siempre hilvanando, acentuando la idea generativa sobre el fin determinado. En Vivir, de Norberto James, un agrupamiento de poemas concebidos para explicitar una vivencia, las equivalencias de las metáforas articulan las comparaciones buscadas —y el lector u oidor queda posibilitado de penetrar el texto— en la señalización comunicante. En A orillas del Sena, uno de los poemas del opúsculo, James se ve “tentado a regresar” a su infancia, “a retrotraerla”, tejiendo la analogía vital para concretar su evocación, lo que convierte el resto del poema en una implementación de imágenes —muy hermosas por cierto—4 que permiten la entrada al tejido de signos para representar las orillas del Sena. Esto obedece a que el poeta tiene la libertad absoluta de responsabilizar la analogía hacia la correspondencia de códigos y mensajes, pero respetando —como hace James— la relación entre el nivel conceptual y lo representacional-perceptivo, que es, a la corta y a la larga, lo que mueve lo textual hacia lo concreto.


El agolpamiento vivencial respecto
a la lucidez textual
Posiblemente uno de los errores cometidos por James en su movimiento hacia lo conceptual descansó en la organización del opúsculo, ya que pudo, desde una plataforma analógica, desmontar las imbricaciones del vivir y lo vivido, o lo vivencial, abrevando en Husserl y su Ideología descriptiva de las vivencias puras5, aunque, claro está, no es preciso ir tan lejos. Basta sólo con marcar la relación existencial  entre el periplo de James y su necesidad vital de plasmar en imágenes sus percepciones afectivas, como el fluir de su conciencia hacia un enfrentamiento, no contradictorio, con su pasado (aunque, posiblemente, este pasado es uno de los motores vitales de su poética, su evolución y disciplina).

El origen de Norberto James Rawlings lo conocen todos los estudiosos de la literatura dominicana: el cocolismo de San Pedro de Macorís6, una zona de extraordinaria riqueza sólo comparable al sertanejismo brasileño, que se halla esplendente en Joao Guimarães Rosa7. Esta procedencia del poeta lo imbrica a una zona que no sólo ha producido una buena parte de los mejores poetas dominicanos —Gastón Fernández Deligne (1861-1913), Virgilio Díaz Ordoñez (1895-1968), Federico Bermúdez y Ortega (1895-1968), Francisco Domínguez Charro (1910-1943), Pedro Mir (1913-2000), Pedro Andrés Pérez Cabral (1913-1981), Freddy Gatón Arce (1920-1994), Víctor Manuel Villegas (1924), Rene de Risco Bermúdez (1937-1972), etc.—, sino también de los mejores atletas, en donde la regionalización y las presiones emergidas a través de la adaptación de ese desplazamiento que, aunque no violento, sí resultó en principio traumatizante por el choque idiomático y cultural, logró adaptar sus experiencias en procura de la convivencia, trasbordando las singularidades de una educación afrobritánica a la de una región que también comenzó a poblarse con individuos originarios de Haití, Italia, Siria, Líbano, Alemania y Palestina.



No hay duda de que, debido a esto, en el poema Los inmigrantes8 acontece una categorización en el texto que se asienta en la sociología literaria, en tanto apéndice de la cultural, como un símbolo del flujo migratorio nacional conformante de una totalidad. Es por esto, asimismo, que las prevalencias de esa migración antillana se aprecien intactas en grandes zonas del opúsculo y lo involucren en la continuidad del referido flujo vivencial que deviene en flujo ontológico. Por eso Vivir alcanza grandes puntos en el quantum analógico amontonado por James para su Opera summa, fenomenologizando orgánicamente los condicionantes de su evocación, pero perdiendo respecto al concepto que, sobre lo total, pretendía implementar. Inclusive, en Pequeña elegía a Joe Bass, James generaliza lo que podría interpretarse como un ronco placer irónico y canta a la muerte violenta producida por los testaferros blancos del sistema, constituyéndose en una aprehensión del movimiento de su conciencia hacia el discrimen de ese sertão, de ese Macorís del Mar, de ese cañaveral de su infancia rodeado de diferencia racial y social. Sin embargo, en un poema anterior insertado en el mismo poemario, James también canta A un niño vietnamita, aunque sin temor a la duda de que podría interpretarse como un ronco placer irónico.

Excelencias poéticas de Vivir
Pero aún con esas zonas oscuras, al poemario Vivir es preciso anexarlo a ese pequeño Olimpo que la poesía dominicana ha construido a base de evocaciones que fluctúan entre el mito y la verdad. De ahí a que James es, entre los poetas que comenzaron a rasgar metáforas un poco antes de la Revolución de Abril uno de los más completos, y no por cantar a la aventura caribeña de los cocolos, sino por arrancar, deshuesándola, la ternura y la rabia de una generación de dominicanos que creció al margen de las otras migraciones, como la árabe, la italiana, la china y la haitiana, asentadas en Macorís prácticamente en los años de llegada de los afrocaribeños. Para muchos, esta aseveración podría resultar un insulto, pero a Norberto James Rawlings habrá que dimensionarlo como un buscador de la rica alquimia donde la inspiración fluye a borbotones y que se obtiene con la meditación profunda y la búsqueda de sus raíces, echando a un lado los oportunismos temáticos y la iracundia.

¿Quién, entonces, podría restar validez analógica, metafórica y fonética (porque la poesía es para decirla, para proferirla, para cantarla o para gritarla) a este poema, inyectado al más profundo fluir vivencial?:

Se cruzaron con las mías
sus interrogantes
y por momentos no supe
si contarle de la inmensa caravana
de estrellas
o de este ruido que
trae el mar
adherido a sus olas.
Cada noche
como quien asegura llaves
joyas o secretos
guardo signos suyos bajo mi almohada.

Lo que Octavio Paz determina como “la llave, como el puente verbal que reconcilia las diferencias y las oposiciones”9 (la palabra como), es utilizada por James sólo en aquellos requerimientos donde los tropos exigen que la descripción analógica establezca una dialéctica entre los códigos y los mensajes, esclareciendo las contradicciones en un papel, a veces de ironía y otras de cómplice, pero siempre rehuyéndole a las sospechas.

No reniegues tus debilidades. Reconócelas.
Combátelas. Combátelas. Véncelas.
No seas como estos abuelos estériles
y conformes con su inmundicia10
 
James sólo vincula hacia el enunciado metafórico la palabra “como” en aquellos poemas en que la analogía sigue a la prosodia y cuando la explicitación estructura el ámbito hacia lo consecuencial del clímax imaginativo, porque se deshace de ella —no la utiliza— en aquellas distribuciones textuales que relacionan la emisión de las señales desde sus propios inicios:

Ocurre ciertamente que de él
Permanecen objetos abandonados
Ciudades de cuyos nombres
Saltan imágenes
como el resplandor de la yerba11





Estructura del opúsculo
El poemario Vivir, de Norberto James consta de 37 poemas divididos en dos partes: Recién llegados y Lecciones para una ausencia, lo que tiende a desarticular la valoración relativa entre las posiciones y las diferencias. De Saussure explica así la estructura:
“Es un sistema: a) en el que cada valor está establecido por posiciones y diferencias, y b) que solamente aparece cuando se compartan entre sí fenómenos diversos reduciéndolos al mismo sistema de relaciones”12.

Sin embargo, aquel lector u oidor acucioso capaz de leer u oír las correspondencias intrínsecas de la cohesión interna en Vivir, notará la falta de una transparencia evolutiva u orgánica entre Recién llegados (el primer poema del opúsculo) e Imagen lejana (el último de la obra). Pero como apunté anteriormente, el desmontaje de poema por poema, aunque no logre transitar por el sendero de una evolución consciente en cuanto a temática, se registra en la excelencia y respalda a James como un escritor en trascendencia.
Abril 24, 1982.
Efraím Castillo
Crítico de Arte, escritor y publicista