domingo, 22 de enero de 2012

Ejercicio de jardinería


Eric Lacombe


Sin dirección ni sombra posibles,
        avanzan las raíces,
        por los callados vericuetos de la tierra.

Ríe a solas el poeta,
        recordando el sermón que por la internet
        le enviara su amigo el arquitecto.

Manotazo invisible.
        Descuelga el recuerdo un antiguo refrán:
        “Yerba mala nunca muere.”

Descansa y advierte
        que, lo que hace es eco visible de anteriores esfuerzos,
        y que pese al estival abrazo del día
        no es ese su espacio definitivo,
        tierra que puede amorosamente nombrar
        suya, sin embargo, cuida su jardín,
        corta el césped.

domingo, 2 de octubre de 2011

Norberto James Rawlings, el hombre de la multitud

PARALELO 49

Norberto James Rawlings, el hombre de la multitud




Beth, Norberto y Tito

"Observa hijo cómo rasguña
el mar las orillas de la playa
cómo a dentelladas húmedas
impone su reino salobre".

Esta lección que Norberto James Rawlings ofrece a su hijo Tito Wellington condensa en sus poderosas imágenes toda una pedagogía del vivir del exiliado. La voz del poeta, confundida aquí con la brega de ese mar inconmovible, arropa con su luminosidad la memoria de los días idos. Según se desprende de las líneas que completan el poema, lo que queda de ese gesto afincado en la lejanía no puede ser menos que una ganancia:

"Cuando canta el mar
se embriaga de sol la brisa
se cuela su música amarga
entre blancas cortinas de agua
y construye la distancia
con invisibles partículas
de transparencia diurna".

El poeta exige una lección sencilla de humanidad: saber escuchar esa "música amarga" de nuestro mar más próximo. Y ¿qué le dice el mar a Norberto James? Como para Walcott, ese otro inmenso bardo antillano, el Caribe es el depositario de heroicas historias personales, de agrias batallas por la supervivencia en un espacio en donde la subyugación muestra sus más ruines matices. Ese mar narra así una historia que no escamotea la realidad calamitosa que padecen los vástagos de las islas. El poeta conoce bien los detalles de este relato. Ese Caribe arrastró consigo a sus antesapados jamaicanos, los James de Ocho Ríos, hasta el polvo del Ingenio Consuelo y su miseria. La misma suerte corrieron los Rawlings para llegar a los bateyes aledaños a Macorís del Mar desde Roseau, en la Dominica de los antiguos caribes, y los algodonales del sur de los Estados Unidos. A la recia estirpe de los cocolos le dedicó el joven Norberto James acaso su más grande creación: "Los inmigrantes". Los versos iniciales de este himno a uno de los más notables componentes de la cultura dominicana compendian la materia que refulge a lo largo de su obra:

"Aún no se ha escrito
la historia de su congoja.
Su viejo dolor unido al nuestro".

Ciertamente, la pulsión agónica que rezuman estos versos celebratorios del acervo proveniente de los inmigrantes de las Antillas de habla inglesa marcará no sólo los textos de Sobre la marcha (1969), su primer poemario, sino toda su producción hasta el momento. Este rasgo de la poética literaria de Norberto James se une a la finura de su artesanía para hacer de su obra, junto a la de don Pedro Mir, el estadio más alto de la poesía social dominicana.

Nacido en el Ingenio Consuelo en 1945, Norberto James creció en el seno de una familia obrera con raíces en Jamaica, Trinidad, St. Kitts y el sur de los Estados Unidos. Las lenguas del hogar y de sus juegos infantiles fueron el inglés y el patuá. No es hasta la edad de diez años, cuando la familia se traslada del batey a Macorís del Mar, que el poeta llega a dominar el español. Al abandonar la provincia en 1963 para proseguir estudios de pintura y música en Santo Domingo, Norberto James se llevaba consigo el paisaje de carencia y marginalidad que le resultaban familiares. Pudo comprobar que el cuadro no era menos áspero en la ciudad capital, en donde el grueso de la población sobrevivía en la más absoluta escasez. Fue testigo del optimismo generalizado que produjo el gobierno de Juan Bosch y de la profunda desazón ciudadana al ver cómo esa esperanza se perdía víctima de la avaricia de los grupos de poder. Cuando ese pueblo históricamente pisoteado se levantó en armas para reclamar el regreso al único estado de derecho que les había reconocido una plena existencia política, Norberto James sabía que el único estandarte a defender era "el de los sencillos". Poco tiempo después legitimaría ese compromiso integrando el Comando de la Escuela Argentina durante la segunda invasión estadounidense a la República Dominicana, en junio de 1965. En el momento que la injerencia directa del gobierno de los Estados Unidos catapultó a Balaguer a la presidencia del país se establecería la más cruenta represión hacia la militancia izquierdista que ha conocido la historia nacional. Como militante del Movimiento Popular Dominicano (MPD), Norberto James padeció en carne propia la persecución política y, como muchos otros jóvenes que profesaban ideologías revolucionarias, entendió que la única manera de salvar la vida era tomando el camino del exilio. En 1972, gracias a la mediación del Partido Comunista Dominicano (PCD), Norberto James logra salir del país junto con Andrés L. Mateo; ambos recorrerían un accidentado periplo que los llevó a Madrid, París, Praga y finalmente La Habana, en donde estudiarían becados por el gobierno cubano. Terminados los estudios de filología en la Universidad de La Habana en 1979, Norberto James emprende el regreso a su país sólo para darse cuenta, en Panamá, que el gobierno había decretado un impedimento de entrada contra su persona. El mismo no sería derogado hasta el año siguiente, cuando por fin pudo retornar a República Dominicana. El cuadro que encontró el poeta tras esa larga ausencia reafirmó las inquietudes de renovación social que lo habían ocupado desde su llegada a la capital en 1963, y que más adelante darían forma a su primer libro: Sobre la marcha (1969).

En el Santo Domingo de principios de los años ochenta, Norberto James pudo comprobar cuán profundo se habían afianzado en el etos nacional los mores del imperialismo capitalista; cuán predecible seguía siendo el accionar de los políticos y las élites, más preocupados por mantener la vigencia de su dominio que por impulsar agendas que garantizasen el desarrollo de bienes sociales, cuán poco quedaba de los afanes utópicos por una sociedad más igualitaria, cuán patético era el espectáculo de una izquierda desgajada y con sus antiguos dirigentes ocupando altos cargos administrativos en el gobierno y la empresa privada sin ningún empacho. Uno de los textos que conforman Vivir (1981), tercer poemario de Norberto James, compendia el renovado empeño transformador de su artesanía frente a semejante estado de cosas:
"Del pasado ha de recuperarse
lo que tienen de valor
la ira del torturado
la cólera del desterrado
la milenaria brega
las pautas del sacrificio".

La pulsión utópica de su poesía no mermará aun cuando el desasosiego de la vida en la isla le obligue a una nueva mudanza en 1982. Becado por la Boston University para cursar estudios doctorales en literatura, Norberto James se establecerá definitivamente en los Estados Unidos. Allí impartirá docencia en el Boston College y luego en la mítica Boston Latin School, primera escuela pública de Norteamérica.

Al ponderar el lugar de la poesía en la sociedad contemporánea, Alfredo Bosi defiende de ella el carácter de resistencia y transformación que le confirieron principalía en las sociedades del mundo antiguo. El pensador brasileño ve desplazadas estas propiedades ante el empuje del materialismo rampante: "la extrema división del trabajo manual e intelectual, la Ciencia y, más que ella, los discursos ideológicos y los estratos domesticados del sentido común llenan hoy el inmenso vacío dejado por las mitologías. Hoy, es la ideología dominante la que le da nombre y sentido a las cosas". Justamente, la poesía de Norberto James, desde Sobre la marcha (1969) y La provincia sublevada (1972) hasta Vivir (1981), La urdimbre del silencio (2000), Patria portátil (2007) y Oscuro amor (2010), se enfrenta con garra a esta desalentadora constante epocal. Y es que, como el antiguo arte de los griot, los relatores del África occidental, su admirable producción puede leerse como testadora de una memoria que no encuentra cauce en las lecciones escolares, los encabezados de la prensa dominical y los planes de nación de los políticos de turno. La persona poética de estos versos se confunde con los sujetos menos visibles de la sociedad para augurar una redención posible:

"Yo no soy un extranjero más.
Soy sencillamente uno de ustedes".

Hay que justipreciar la magnanimidad de ese gesto frente a la poca atención que los críticos dominicanos le han prestado a su obra. A ellos, y a todos nosotros, nos amenaza con dulzura desde una pequeña buhardilla en Boston, persistente y severa, la poesía de Norberto James Rawlings.

sábado, 4 de junio de 2011

Cuatro nuevos poemas de Norberto James


Obra de Rolo Ledesma, hijo de Clara Ledesma
Si pudiera
SI pudiera permutar las sombras
que hay en mi alma
por la débil luz de tus ojos
me quitaría esta corona
que inútilmente llevo cuando escribo
pues ya no sería este vago y vano rey
reinando al margen de mis palabras.


Otro día
IGNORO por qué lamento
por qué entristezco
domingo tras domingo
-especialmente por la mañana-
cuando me siento empujado
a salir
a rastrear la ciudad buscándote
en sus más frágiles sombras casi vacías
sobre todo
cuando advierto que voy a pasar
otra noche sin tu loca cabecita en mi cama
cuando confirmo que apenas
voy a sobrevivir
-- es seguro --
otro día sin la avalancha de tus preguntas.



BAJO los polvorientos residuos de su mirada
se esconden un hermetismo
una luz incontaminada
saludos reprimidos
las conquistas irrisorias de los días
el convulsionado milagro de las noches
  

 ESTOY fuera de mí
y no sé regresar
si no me orienta
el vértigo alucinante
de tus ojos
y que el calor de tu cuerpo
sea mi senda.

sábado, 2 de octubre de 2010

Norberto James Rawlings, noble maestro

LITERATURA





Néstor E. Rodríguez
Toronto, Canadá.- Hay un poema de “Patria portátil” (2008), el libro más reciente de Norberto James Rawlings (San Pedro de Macorís, 1945), que condensa en sus poderosas imágenes toda una pedagogía del vivir exiliado. Me refiero al primer texto del conjunto, el bellísimo poema titulado 

“Lección”: 
“Observa hijo cómo rasguña el mar las orillas de la playa/
 cómo a dentelladas húmedas/
 impone su reino salobre./
 Cuando canta el mar/ 
se embriaga de sol la brisa/ 
se cuela su música amarga/ 
entre blancas cortinas de agua/ 
y construye la distancia/ 
con invisibles partículas/
de transparencia diurna”.

La voz del poeta, confundida aquí con la brega de ese mar inconmovible, arropa con su luminosidad la memoria de los días idos. Lo que queda de ese gesto afincado en la lejanía no puede ser menos que una ganancia. Este noble maestro nos exige una tarea, una lección sencilla de humanidad: saber escuchar esa “música amarga” de nuestro mar más próximo, el mismo que tres generaciones atrás impulsara a los James jamaicanos de Ocho Ríos hasta el polvo del Ingenio Consuelo y su miseria. A esa estirpe secreta de los cocolos macorisanos, ninguneados como muchos otros hijos del Caribe en la República Dominicana de ayer y hoy, le dedicó el joven Norberto, en 1969, acaso su más grande creación:

“Los inmigrantes”

Aún no se ha escrito/ 
la historia de su congoja./
Su viejo dolor unido al nuestro./
No tuvieron tiempo/ 
-de niños-/ 
para asir entre sus dedos/ 
los múltiples colores de las mariposas./ 
Atar en la mirada los paisajes del archipiélago./
Conocer el canto húmedo de los ríos.//
No tuvieron tiempo de decir:/
-Esta tierra es nuestra./ 
Juntaremos colores.
Haremos bandera./ 
La defenderemos.//  
Hubo un tiempo/
 -no lo conocí-/
 en que la caña
los millones// 
y la provincia de nombre indígena//
 de salobre y húmedo apellido tenían música propia//
 y desde los más remotos lugares//
 llegaban los danzantes./ 
Por la caña.//
 Por la mar./ 
Por el raíl ondulante y frío/ 
muchos quedaron atrapados.//
 Tras la alegre fuga de otros/ 
quedó el simple sonido del apellido adulterado/ 
difícil de pronunciar./ 
La vetusta ciudad./ 
El polvoriento barrio/ 
cayéndose sin ruido./ 
La pereza lastimosa del caballo de coche./ 
El apaleado joven/ 
requiriendo/ 
la tibieza de su patria verdadera./ 
Los que quedan. Éstos.//
 Los de borrosa sonrisa./ 
Lengua perezosa/ 
para hilvanar los sonidos de nuestro idioma son/
 la segunda raíz de mi estirpe./ 
Vieja roca/ 
donde crece y arde furioso
el odio antiguo a la corona./ 
A la mar.// 
A esta horrible oscuridad/ 
plagada de monstruos.// 
”yeme viejo Willy cochero/ 
fiel enamorado de la masonería./ 
”yeme tú George Jones/ 
ciclista infatigable./ 
John Thomas predicador./ 
Winston Brodie maestro./ 
Prudy Ferdinand trompetista./ 
Cyril Chalanger ferrocarrilero./ 
Aubrey James químico.
/ Violeta Stephen soprano./ 
Chico Conton pelotero.// 
Vengo con todos los viejos tambores/
 arcos flechas espadas y hachas de madera/ 
pintadas a todo color ataviado// 
de la multicolor vestimenta de “Primo”/ 
el Guloya-Enfermero.// 
Vengo a escribir vuestros nombres/
 junto al de los sencillos./ 
Ofrendaros// 
esta Patria mía y vuestra/ 
porque os la ganáis/ 
en la brega diaria/ 
por el pan y la paz./ 
Por la luz y el amor./ 
Porque cada día que pasa/ 
cada día que cae/ 
sobre vuestra fatigada sal de obreros/ 
construimos/ 
la luz que nos deseáis./ 
Aseguramos/ 
la posibilidad del canto/ 
para todos”.
Hace unos días, mientras escuchaba a Norberto leer entre poetas marinos de Jamaica, Nigeria y Sierra Leona en la lluviosa Birmingham de Inglaterra, pensé en la magnanimidad de su legado literario y la poca atención que le prestan los entendidos que con tanta pasión consagran vates o demeritan prodigios en nuestro país. A ellos, y a todos nosotros, nos amenaza con dulzura desde una pequeña buhardilla en Boston, persistente y severa, la poesía de Norberto James Rawlings.

domingo, 22 de agosto de 2010

AMULETO



"You can connect me with your life here
because I´ve loved being part of it however brief".
                                                Jane Norling

Tu caracola de música muerta
pende de mi cuello. A veces
cuando el día toma de los ígneos estanques
del sol
su mejor calidez
su difícil color
suelo revisar con especial febrilidad
tus diminutos papeles
tus últimos signos
tu presencia fija
apetecida.

De "Lecciones para una ausencia"
de Norberto James Rawlings

sábado, 26 de junio de 2010

Oscuro Amor de Norberto James Rawlings visto por Pedro Conde Sturla

Norberto James Rawlings ha vuelto a escribir y escribe y describe un oscuro amor con imágenes transparentes, de “oscura transparencia”, que dejan pasar la luz a cuentagotas, tamizan la impronta del recuerdo, “la triste máscara del recuerdo”, y recuperan con doloroso placer lo pasado y lo soñado, la madeja de sombras que nutre su presente.




Ha vuelto a escribir desde el aire “blando y frío de Nueva Inglaterra” y evoca intensamente aquel “azul de las noches de Cuba”, la de sus años de estudiante.

Escribe desde un amor inagotable e incurable, oscuro amor consumado que nunca fue consumido:

“fragor y luz que ahora
tu diminuta mano blanca
repentinamente clausura
silencia
con el índice del adiós”

Escribe desde una incertidumbre y desde una certidumbre, desde “luminosas ventanas”, desde un abril que ya no es triste, desde un oscuro amor que deleita su “arrebatado corazón”:

“El viento que guía tus naves
es el mismo que se despliega
en las sedientas sombras diurnas
de mi desfasado anhelo.”

Escribe, en fin, desde la certidumbre de que nadie le quita lo bailado, nadie le quita lo soñado, nadie le quita lo vivido. Pedro Conde Sturla.



Oscuro amor
Oscuro amor
que desde luminosas ventanas
deleitas y renuevas mi
arrebatado corazón
Ahora que regresas a mí de distante viaje
ahora que te deshaces de las furtivas huellas
sin dejar rastro visible
ningún dios posible podrá doblegar
ni trocar mis sueños como te he soñado
mía sin límites ni ataduras
Ya no será abril el mes triste
del que hablan algunos poetas
Para nosotros será mes
de tiernos recuerdos
a puro corazón forjado
Amor en tu sangre en la mía
arden los mismos fuegos
se derraman iguales luces
El viento que guía tus naves
es el mismo que se despliega
en las sedientas sombras diurnas
de mi desfasado anhelo.


Lugar incierto
Ya no quedan silencios
No quedan más banderas por desplegar
Centros
límites por alcanzar
ni dioses celosos o neutros
Se han ausentado todos
y las indeclinables aves del adiós
no baten alas y ya no hieren inclementes
los puñales de la despedida
Adiós lugar incierto
deshabitada luz.




Oscura transparencia
Lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación.



Mario Benedetti
Ahora puedo caminar junto a ti
sin que estés conmigo
Puedo oírte sin que me hables
Tu signo es la oscura transparencia de la lluvia
Tu luz la de este exiguo y breve sol
de Nueva Inglaterra
Riachuelos de caliche y guarapo
nos irrigan la sangre
Provincias de olvido y recuerdo somos
Comarcas de desbocado amor
nuestras vidas
¿De qué materiales está hecha
la transparencia que te concibe
albor de mis días?
¿Cómo se construye el alba sin luz
que te contenga?
¿Cómo las espesas paredes de soledad
que te cercan?
Ternura salvaje
sedienta de entrega.



Descubrimiento
Como pecio en aguas de su propio naufragio
como pozo seco en la noche
repitiendo los ecos de su aridez
ambula este corazón de ti sediento
 y en medio de la densa tristeza
que le atribuyen al mes de abril
me diste miel de las penumbras vacías
de los tambores
me diste a beber del sonoro hueco
que escuda tu corazón errante
me diste pequeña mía
de tu amor el más ávido
el para mí reservado.



Esos que arrastran
Esos que arrastran
las oscuras aguas de tus ojos
son escombros de mi pasado
desilusiones inadvertidas
duelo entre resplandor y sombra
tierno desafío
guirnalda de luz
flor de viento
sollozo reprimido
Ahora
por tus silencios trepan los míos
Todo se llena de ti
y te siento crecer vigorosa
irrepetible más allá de ti misma
como número momento
o cifra de día no vivido
como pregunta extendida
sin signos
sin fin.

Trueque
Tú me das tu corazón
yo en cambio te doy las mieles
de mi alma
de poeta errante
sin singladuras (pre) establecidas
sin anclas
sin ataduras.

Recuerdos que no fueron
La muerte vierte sus ecos
en metálicas copas
mientras las campanas ensayan
loas a la mudez de sus badajos
La muerte pasa sin pasar
y a su paso
sólo quedan silencios
dolorosos silencios que matan
de tu presencia
todos los recuerdos que no fueron.

Excúseme señora
Excúseme usted señora
por haberme tardado tanto bajo su piel
por haber desatado la sed que ahora la habita
por no advertir que mi sol no se ponía
en sus cielos como creí
Fue sin querer señora
que queriéndola yo
la indiferencia inauguró distancia entre nosotros
dejó en la mesa sus mejores frutos
Excúseme usted señora
que mi frente quiera descansar
entre las opacas lunas que alberga
en su pecho
y que la sombreada isla de mis deseos
 se vea nutrida de abulia.

Ventana
Desde tu corazón me dice adiós un niño
y yo le digo adiós.

Pablo Neruda
Para cuando te llegue este mensaje
yo tristemente me habré resignado a recordar
que entre nosotros
no todo el amor fue consumido
que de tu ternura no pudimos
transitar todos los senderos
que aunque beso a beso conquisté las rotundas y blancas alturas
de tus caderas y tú
mis más densos bosques de caoba
la avidez que hasta entonces
habitaba mi boca
como el azul de las noches de Cuba  que no conoces
derramó sobre mis días
fragor y luz que ahora
tu diminuta mano blanca
repentinamente clausura
silencia
con el índice del adiós
Me resignaré a recordar
de tus desatados placeres
sumergidos en el albor de imparciales sábanas
sus lentos y audaces salmos
el enriquecido ámbar de tus ojos
las tardías aguas de su firme y pedagógica mirada
y tu agridulce admonición
hundida en mi silencio
“no quiero irme pero me tengo que ir.”



Segunda ventana
¿Qué hago con lo escaso que me dejas de vida
cuando en los innumerables corazones
del viento no florezca mi risa
y en mis versos no habiten
los claros y nobles sonidos de la tuya?
¿Qué haré solitario obvio
cuando mis palabras ya no te acosen
y el álgebra de mi soledad interior
se subleve contra tu silencio?
¿Qué haré cuando tu persistente transparencia
se imponga “al verso aquél
que no podemos recordar”
desborde las orillas de parques y estacionamientos
baldíos
y reine tu imagen en urticante recuerdo
tornándose sombra de beso robado
bajo las cenizas de las tardes
de Nueva Inglaterra? Dicho de manera simple
¿Qué voy a hacer sin ti?


Pedro Conde Sturla es escritor
pericopepe@live.com